lunes, 6 de julio de 2009

Huele a espíritu adolescente

Ya teníamos varias noches encima. Aún no éramos los reyes de la noche, pero todo se estaba formando muy de a poco.
Entramos al boliche que daba forma a la historia de nuestros sábados, cómo de costumbre.
Todavía no conocíamos la previa e ingresábamos relativamente temprano. A la noche. Ya habíamos dejado la Matinee. En realidad la noche noche aún no existía. En ese entonces existía la Marathon, que consistía en permanecer en el boliche desde las 19 hasta las 4, los becerros se iban a las 12 y los más grandes quedaban hasta el final.
Como nuestra edad era confusa, quedábamos ahí en el medio, mezclándonos entre las dos tribus. Y pasábamos por desapercibidos.

- “Rata, Rata. Tengo un pedo para mil, boludo. No sé ni yo lo que tomé. ¿Vos que tomaste? Porque yo me re cebé con los chupitos calientes y ahora no puedo mantenerme en pie. Rata estoy re en pedo boludo. Ya no sé que hacer para pilotearla. Encima Adri cae a cada rato con sus piscos. Malditos piscos. Se me da vuelta todo. Mirá, me voy a ir a chamuyar a la gordita. Porque me mira ¿viste? Y además está bastante buena, no tiene nada que ver que sea gordita ¿o si? Yo creo que no, mejor me la voy a chamuyar porque es tetona. Me gusta la gordita, ahora vengo.”

Y eso hice. Me daba cuenta que estaba en pedo pero estaba bastante bien, podía mantener una conversación necesariamente racional. Así que sin dudarla me fui a charlar a la gordita. Que era linda, simpática y tenía todo lo que una pendeja de 16 debía tener.

- “Yo te veo en la peatonal todas las tardes ¿Cómo te llamabas? Porque estoy seguro que sé tu nombre. Ah Julieta. Juli, ahora me acuerdo. ¿Vas al inmaculada, no? Ah que macana che, porque sos re parecida a una Juli del inmaculada. Igual es verdad que te veo cara conocida. ¿Vamos a tomar cerveza?”

Ya curtido con el alcohol invitaba a tomar cerveza a cuanta chica me conversara más de 7 palabras seguidas sin notar en su cara la tan conocida expresión de “qué estúpido, en que momento se irá”.

El problema a todo esto era que Juli era como la cuarta chica que le invitaba una cerveza y me había olvidado de anotar en mi lista temporal de tragos-de-la-noche los chupitos prendidos fuego, los piscos de Adri, la caña de la Rata y los “juguitos de ananá” del Oso colmados en alcohol.

Nos habíamos ido cerca de los guardarropas. Era un lugar tranquilo porque la música no sonaba tan fuerte, se podía conversar y eventualmente transar. Porque así lo llamábamos a fines del 93. Transar. El término estaba bueno y lo siguieron usando las generaciones ulteriores.

Terminada la charla de rutina, tomé coraje y le acerque la boca a Juli recibiendo un caluroso beso. La abrazaba y trataba de sostener el vaso con una mano y con el otro le hacía gestos al Gusano que estaba atrás mío observando el panorama.

Cerré los ojos, dejé de hacer los gestitos pedorros hacía mi amigo y me quise concentrar en el beso.

- “Ahora vengo Juli, me vas a tener que esperar”

Y me fui, sin dudarlo, porque el vómito se escapaba de mi boca. Pisé muchas personas en el camino, recibí patadas y puteadas.

Me fui a los reservados y me senté solo en un sillón que quedaba vacío.
Me quedé no sé cuanto tiempo en ese sillón. Trataba de abrir los ojos pero pesaban como una tonelada cada uno y se me hacía imposible mantenerlos abiertos.

Cuando podía reaccionar abría la boca y vomitaba. Enfrente mío estaba el gordo Rodrigo. También en pedo. Pero él podía aguantar sus vómitos. El gordo me señalaba y se cagaba de la risa. Yo pensaba “gordo hijo de puta de qué mierda te reís”. Pero sólo lo pensaba porque no podía decir una palabra, no tenía fuerza para nada.

Un alma generosa me llevó al baño, hizo que lave mi cara y me puso agua fría en la nuca.
En ese estado volví a buscar a Juli, quien asquerosamente siguió besándome.

Después de un buen rato fui en búsqueda de mis cómplices nocturnos. Estaban todos juntos en el rincón de una de las escaleras. Diciéndole barbaridades a cuanta chica esbelta se cruzara en el camino. Porque eso es lo que hacíamos. Decíamos barbaridades. No existían los piropos ni el chamuyo barato. Eran simples obscenidades sin objetivo de buscar amor perpetuo.

- “Rata no sabés lo mal que me siento. Rata no puedo parar de vomitar”.

Y sin darme cuenta empecé a vomitar sobre la mano de la Rata. En realidad no sé si no me daba cuenta. Lo que sé es que no tenía otra alternativa. La Rata estaba ahí y su mano en el mismo lugar donde mejor iba a calzar mi vómito.

Se cagaba de risa y me mostraba su mano. Por suerte no se lo tomó a mal. Ni él ni nadie a nuestro alrededor. Porque estábamos todos en las mismas condiciones. Del culo.

La Rata se iluminó y le pidió al Moni que nos lleve a un bar a tomar un café. Él era el menos borracho y el que podía llevarnos a tomar algo para sentirnos mejor.
Nos cargó a cada uno en un hombro y nos llevó hasta el bar de un profesor nuestro, donde amablemente nos sirvieron un café doble a cada uno.
Terminado el café vino el último vómito.

Ya estaba en condiciones de regresar a mi casa. Con cero energías. Con una mina a cuestas y con un millón de neuronas menos.

- “Rata… ¿por qué no nos sentamos un ratito en las vías? Está tranquila la noche y yo estoy muy cansado.”

Nos despertamos los dos al rato largo de habernos quedados dormidos inconcientemente en las vías del tren. Fue ese el momento donde caímos en la realidad de que no estábamos en estado de hacer locuras por la noche. Que la noche estaba pensada para descansar.

Puedo decir que la mañana siguiente fue eterna. Que no podía acordarme lo que había hecho la noche anterior. Que no tenía ganas de salir de mi cuarto para que mi familia no me preguntara nada. Porque algo me iban a decir. Porque no recordaba cómo había llegado. Porque no recordaba, a esa altura, que había hecho la noche anterior. Ni recordaba la existencia de Juli. Ni de la Rata. Ni de los piscos de Adri.

Golpearon la puerta. Era mi vieja que venía a darme el teléfono, porque había recibido una llamada.
Era Pablo que me estaba esperando para estudiar y estaba preocupado porque le había dicho que iba a ir por la mañana y aún no tenía novedades mías.

Finalmente reaccioné. Me despertó el olor a vómito que venía de mi remera. Ésta yacía al costado de mi cama.

domingo, 28 de junio de 2009

La bienvenida a la resaca

- “¡Gordo hace una cuadra que estás vomitando!”

Ese era el gordo hijo de puta totalmente del bonete. El mismo que ahora me tira alguna soga desde Arriba cuando ando medio perdido. Sin Reggaeton.

El gordo había salido de la escuela junto con el flaco Seba a comprar alcohol al supermercado de una de las esquinas más transitadas de Quilmes.
Eran las 6 de la tarde y los fenómenos andaban con una bolsa llena de bebidas. Licor de chocolate en abundancia porque todavía buscábamos las cosas dulces.
Había algún Tía María, Legui Verano y cerveza, esta vez si, había mucha cerveza.

Yo caí alrededor de las 19 porque cómo alumno aplicado me había quedado en la escuela hasta último momento.
Ahí fue dónde encontré al gordo vomitando sin parar. Caminaba y vomitaba. Y así estuvo durante el trayecto de una cuadra entera.
El flaco gritaba: “¡Estoy loco!” y se cagaba de risa.
El resto demostraba alegría pero siempre controlada.
Yo aparecí sobrio, pero ansioso por conocer el alcohol y la noche.

Nos estaba esperando la abuela de Adri porque festejábamos su cumpleaños.
Sus padres estaban de viaje y los abuelos se iban a dormir a su casa en algún momento precoz de la noche.
Había empanadas y mucha gaseosa.
Pero el gordo no titubeó cuando tuvo que poner la infinidad de botellas de licor de chocolate arriba de la mesa e intercalaba sus gloriosos “permiso, voy a vomitar, me siento mal”.
No podía parar de hacerlo, no podía.
Pusimos las cervezas en la heladera y los Legui Verano en el freezer.
Comimos un par de empandas y ¡Adentro! Arrancamos a chupar.
Cerveza, muchísima.
Para todo esto el día de la semana era miércoles y al otro día debíamos ir al colegio como cualquier otro jueves.
Yo había procurado llevar mi overall, porque los jueves cursábamos aviación y requeríamos de éste.
También tuve en cuanta llamar a mi casa para avisar que me quedaba a dormir. Y esta llamada no era cortita, avisando que no iba a volver sino que eran necesarios 10 excelentes motivos por los cuales yo no regresaría a mi hogar.

- “Que nos quedamos todos acá”
- “Porque si, porque está bueno”
- “Estamos escuchando música. Estamos todos”
- “Si, el gordo también se queda”
- “Mañana nos vamos con la hermana de Adri, ella nos despierta”
- “No te preocupes Má, no me voy a quedar dormido”
- “Si. Estamos todos física y mentalmente bien”

Ya alivianado de alma el alcohol había empezado a hacer su efecto.
Sonaban Los Ramones de fondo y rodeábamos en círculo una pileta al aire libre.
Las hermanas del cumpleañero se acercaban, pero así como aparecían se desintegraban. Creo que les daba un poco de miedo pensar en que los condenados adolescentes podían revolucionarse en contra del sexo opuesto y atacar fríamente a esos dichosos cuerpecitos.

- “¿Llamamos a las minitas del alemán? Dale, si están entregadas. ¿Te acordás que se quedaron calentitas? Dale, una se llama Romina. Yo te doy el teléfono a vos y le hablás. Vas a ver que van a venir.”

Ni corto ni perezoso agarré el teléfono. No me importaba nada. Tenía varias cervezas encima y había arrancado con el Legui. Aún no me animaba a probar los licores del gordo.

- “Hola Romi. Che te conocí en la fiesta del Club Alemán ¿te acordás? Si, esos que éramos un montón. Claro, ese grupete. Estamos acá en una fiesta. Cerca de la cancha de Quilmes ¿Te ubicás? ¿Por qué no te venís con tus amigas? Las que estaban la otra vez. Está bueno, somos varios. Nos estamos divirtiendo. Eh… ¿música? Si, hay música. ¡Hay un DJ! ¡Eso! ¡Hay un DJ! ¡Vengan que hay un DJ pasando música! No, no es conocida porque es medio privada, pero pueden venir. Preguntan por nosotros en la puerta. Bueno… Otro día. Si decís que es mejor que sea otro día, será otro día. Besos Romi, chau.”

Romi no quiso venir y sus amigas jamás se enteraron. Y menos mal que no se enteraron porque no iban a encontrar dicha fiesta. Sino varios inexpertos jóvenes ardientes y alcoholizados. Podría haber sido peligroso, por lo tanto la decisión de la chica fue certera.
Nunca más tuvimos noticias de la mencionada Romi ni de sus amigas.

Eche me pedía por favor que salga de arriba de su brazo, porque estaba sentado arriba de éste y se lo estaba lastimando. Porque borracho no me había dado cuenta pero estaba cómodo.
Del otro lado de la pileta estaba el flaco, sentado porque no podía mantenerse en pie. Me miraba, me señalaba y se cagaba de la risa. Al lado estaba el gordo, vomitando de espaldas. Se daba vuelta, me señalaba y se cagaba de la risa. Adri y Cristian estaban un poco más retirados, me señalaban y se cagaban de la risa. Entonces ese fue el momento en que me di cuenta que realmente tenía que salir de arriba del brazo de Eche, porque le estaba doliendo de verdad.
Se fue a la casa con un dolor insoportable. El flaco lo siguió. Algunos se habían retirado antes y sólo quedábamos los mismos de siempre. El gordo, Adri, Cristian y yo.

- “¿Vamos a dormir?”
- “Bueno, pero adentro nos tomamos un Legui más.”

Y eso hicimos. Nos servimos un Legui. Faltaba la pipa. Brindamos como adultos festejando un logro.
Ya nos íbamos a dormir. Cada uno a un colchón distinto.
Me metí en una habitación y el gordo me siguió. Nos metimos en la cama y cerramos los ojos para disfrutar la forma en que se daban vuelta las cosas velozmente.

- “¿La viste? ¡Boludo! La hermana de Adri pasó en tanga. Te digo que pasó en tanga, no te estoy bardeando. Hacete el dormido que ahí vuelve, ay que lindo ahí vuelve.”

Y eso hizo la chica, volvió.
Sólo con el objetivo de taparnos y desearnos buenas noches. Ella más grande que nosotros sentía que nos tenía que cuidar. Ese era el único fin. Pero la chica no se había dado cuenta que estaba marcando una tendencia. La tendencia al voto por la tanga.

Dormimos. Revueltos pero dormimos. Al otro día tuvimos que ir a la escuela. Caímos más tarde dándole la bienvenida a la primera resaca.
En el hangar la temperatura se hacía insoportable. El gordo seguía yendo a cada rato al baño a seguir vomitando. Mi estómago estaba en mi espalda. Los 4 nos sacábamos el overall y quedábamos con el torso desnudo sentados sin reacción.
El profesor gritaba que nos comportemos y que nos vistamos, que sino tenían que llamar a nuestros padres.

Y a lo lejos se veía alguien que estaba llegando. Y era Eche con su brazo vendado.

viernes, 26 de junio de 2009

Oktoberfest

El Oktoberfest es una fiesta de tradición alemana que se hace año tras año en una reconocida escuela de la cuidad de Quilmes.
El Oktoberfest para un adolescente es todo. Es muy prometedor. Porque se vende cerveza muy barata y hay baile. ¡Si! ¡Estaba llegando el Reggaeton!

- “Pero entonces somos una bocha para el Oktoberfest, ¿cómo vamos a organizarnos para ir? Yo te paso a buscar, caminamos hasta el centro y nos encontramos con el Teru y el cabezón. El flaco cae más tarde. Los cigarrillos los trae él. Desde Beraza. Va a tratar de conseguir mentolados importados. A Toti lo trae la vieja. Porque creo que la vieja va a caer un rato en el Oktoberfest. Pero adentro va a estar re bueno. Porque vienen todas las perritas del alemán. Que está una más buena que la otra. Rubiecitas de pelo largo y ojos verdes cómo me gustan a mí.”

Ese era Cristian mostrando su interés por las féminas de raza aria.
A mí en realidad siempre me gustaron más las morochas de pelo largo. El pelo tenía que ser largo. Obvio. Las de pelo corto no me atraían.
¿Pero quién iba a ponerse arisco cuándo supuestamente iba a haber infinidad de rubiecitas borrachas entregadas a la noche y al descontrol?
Nadie. Y menos nosotros que estábamos muertos de hambre.

De este modo el prometedor Oktoberfest nos estaba indicando el camino del alcohol de y de la joda.

Adentro nos encontramos con el resto. Todos alegremente unidos.
Recorrimos los pasillos de la escuela, pero aún no pasaba nada.

- “Es temprano”

Claro que era temprano, porque de hecho había sol. No recuerdo bien la hora, pero estamos hablando de no más de las 19 hs.

Fuimos directo a comprar cerveza, sin esperar a nadie. Compramos chucrut con salchichas y… ¡Tomamos cerveza! Un vaso. No era rica ¿Por qué la gente se volvía loca con la cerveza si no era rica?

- “A aquella que está allá la veo en el bondi todas las mañanas. Me re gusta ¿Me dará bola? Yo le voy a hablar. Si, le voy a ir a hablar. Pero primero me voy a tomar otra cerveza. Porque la gente se divierte cuando toma cerveza ¿Viste? Además queda mucho mejor que vaya a hablarle a la pendeja con un vaso de cerveza en la mano. Parezco más grande. Está bueno. Me voy a comprar otra más.”

Nuevamente nos encontrábamos en la cola de la comida y la bebida. Notamos que no sólo había pendejas borrachas sino familias. En realidad, no había pendejas borrachas. Nosotros tampoco lo estábamos. Tampoco había comenzado la música. Sólo largos caballetes con, hasta el momento, familias cenando y hablando en un idioma raro.

- “Che la joda no empieza más. Yo me estoy pegando terrible embole. Vamos a tener que esperar un rato más.”

Esperamos. Fumamos un cigarrillo entre todos. Volvimos a mirar a las rubiecitas del otro grupo y finalmente pusieron música. Nadie habló con nadie. Era una suerte de patio cerrado sin luces. Ni más ni menos.

- “¿Abuela?”

Cristian se encontró con su abuela. Austríaca ella. Estaba ahí porque el Oktoberfest no era más que una kermés familiar. Dónde cada familia iba a respetar una tradición.
Se bebía cerveza, no cabe duda. Pero también se jugaba, se charlaba y se compartían costumbres.
El baile era circunstancial. No era el objetivo de la fiesta.
Nos habían mentido. No hubo Reggaeton y seguíamos con las hormonas revolucionadas.
Nos volvimos, desilusionados, todos juntos. Pero esta vez en remis.

jueves, 25 de junio de 2009

Segunda oportunidad

La segunda vez que pisamos un boliche.
Esta vez éramos más. Unos 5 o 6, incluyendo al gordo hijo de puta.
Entramos en banda, sabíamos lo que hacíamos. Estábamos totalmente seguros que la noche esta vez era nuestra. Porque ya habíamos estado allí.
Cristian y yo caminábamos fuertes. El resto nos seguía.
Sonaba UB40, 2 Unlimited y Roxette con algunos hits del álbum “Look Sharp”.
Ahora si éramos parte de la pomada.

- “Che, vengan por este lado. Aquella barra es una bosta. Las minas de aquel rincón nunca te dan bola. Están en estrella. A los reservados hay que bajar más tarde. Porque viste que más tarde las minitas están más desesperadas. Ahora nos tenemos que hacer los difíciles, después caen solas. ¡No! A la gorda no. Dejá que después las que están buenísimas vienen solitas, ya nos conocen. ¡No! No hace falta bajar a los reservados con alguna mina, no somos putos. Bajamos solos y listo. Nos sentamos y aparecen. Yo sé lo que te digo papá, está muy claro. Así funciona la noche. Las otras veces ganamos un montón. Apretamos varias minas y todas re lindas. Porque más tarde se desesperan. Además nada de pendejas. Minas grandes. De 16, 17 años. En 5to año buscan pendejos. Están en otro nivel. Vivieron todas y se quieren revolcar con pendejos. Está todo bien. Tranquilo que está todo bien.”

Critian y yo FUIMOS los reyes de la noche. Porque ya sabíamos de qué se trataba. Entonces podíamos dar sabios consejos a nuestros “principiantes” amigos.
Porque éramos sólo eso. Los zopencos de la Matinee.

Creo que si pienso fríamente pasábamos por desapercibidos. Quizás algún que otro comentario hubiese sido “Qué pendejos” o “Pobres infelices”, pero no importaba. Lo único que importaba era darle a entender al resto que la noche estaba buena, que el Reggaeton iba a aparecer años más tarde, y que teníamos experiencia. Bruta experiencia de una noche frustrada. Para el resto éramos inmortales.

Bailábamos en ronda, todos abrazados dando vueltas sin parar al ritmo de “It’s my life, It’s my life. Stop bugging me, stop bothering me. It’s my life” de Dr. Alban.
Bailábamos. En realidad dábamos vueltas sin cesar y no hacíamos un condenado paso coordinado.
Varones, ni una sola mujer. Y mi vestimenta: Un vaquero, porque en esa época no se decía “jean”, dentro de éste una camisa leñadora con cuadros bien grandes. Rojos, verdes y blancos. Y unos zapatos, también leñadores. Salvando el tiempo que corría me podrían haber confundido con alguno de los protagonistas de “Secreto en la montaña”.
Me faltaba el gorro, pero mi sexualidad para quien miraba desde afuera no estaba del todo definida. Rodeado de machos, todos abrazados. Un putazo en potencia.

- “Vamos por favor a tomar algo, yo no puedo más de todo lo que bailé”

Y eso hicimos. Nos acercamos rápidamente a la barra.

- “Mozo. Mozo. ¡Mozo! Una coca. Con mucho hielo por favor. ¿Ustedes que toman chicos? Seven Up, otra coca. Bueno, que sean 2 cocas y una Seven Up. Pero con mucho hielo por favor. Estamos agotados de tanto bailar.”

Le dije mozo al barman. Segundo o tercer error.
Nos quedamos en la barra bebiendo nuestras gaseosas, no nos importaba lo que pasaba alrededor y no nos habíamos percatado de que la gente en los boliches no tomaba coca. Tomaban cerveza. Alcohol.

Ya más relajado me secaba la frente con un pañuelo de tela que llevaba doblado como en 8 partes guardado en el bolsillo.
Noté que venía una bestia enorme caminando directo hacia mí. Pero no era una bestia mujer. No, claro que no. Era un terrible patovica.
No entendía bien el motivo por el cuál el muchachote se me acercaba. No me había mandado ninguna cagada porque todavía no conocía los efectos del alcohol. Ni sabía que en algún momento nacería el Reggaeton.

- “Tu viejo pibe. Te está buscando en la puerta. Andá porque está insoportable”

Claro, ¿qué pensaron? ¿Qué me venía a buscar La Pradón? Porque La Pradón en ese entonces era el ícono erótico por excelencia. Pampita todavía no existía. Qué lastima. Porque la hubiera elegido.
Era mi viejo totalmente desquiciado. Ya había hablado con cuanto tarjetero/patovica/promotora se le había cruzado en el camino. Finalmente logró su objetivo, que era, sacarme del boliche a las 23.30 hs. Yo no recordaba que iba a venir a buscarme en el 1500. Pero el guacho lo hizo.

- “¡23.45! ¿Vos pensabas dejarme toda la noche preocupado a mí? ¿Eh? ¿Eh? Vamos a casa."

Nos fuimos. Cristian nos siguió. Los dos con una cara de culo tan larga que la podíamos patear sin inconveniente.

Pero tranquilos amigos, tranquilos que el Reggaeton se estaba asomando. Muy de a poco.

miércoles, 24 de junio de 2009

El primer contacto con el Reggaeton

- "Che che, ¿entonces hoy vamos a ir a bailar? ¿Y va a haber muchas minitas? ¿Y... y... y... nos darán bola? ¿Tendremos que decir que somos más grandes? Vamos los dos solos ¿no? ¿No vendrán tus amigas del barrio? Mirá que si vienen a mi me da vergüenza. Porque están re buenas. Bah, la grandota está re buena. Que bestia. Tiene unos ojos hermosos. Como ella. En realidad me gustan sus tetotas. Porque son gigantes también. ¿Viste que es re pendeja y tiene unas re tetas la guacha? ¿Vos pensás que me dará un beso? No. No creo que me de un beso, si ni siquiera sabemos si van a venir. ¿Vienen o no vienen tus amigas del barrio? Que cagada que no vengan.
En realidad está bien, porque si vienen yo tartamudeo. Creo que tartamudeo igual aunque no vengan. ¿Compramos cigarrillos? Vamos a parecer más grande boludo ¡Dale compremos cigarrillos! Mirá que a las 4 tenemos que estar en la cola. Mirá que no vamos a poder entrar sino. Te paso a buscar yo. Me tomo el 584 y después nos vamos caminando para Quilmes. Onda 15.30 ando por tu casa boludo. Que alegría"

Ese era mi amigo Cristian. El loco es muchísimo más ansioso que yo. Siempre lo fue hasta que yo pude finalmente conocer la ansiedad.

Así como decía mi amigo estábamos ese día. Mi vieja me llevó al centro a comprarme ropa para que a la noche pueda descoser el corazón de alguna pendeja sureña de no más de 13 años.
Me compró una chomba. Verde militar. Y un pantalón pinzado bien clarito haciendo juego. Unos zapatitos Kickers top top y seguramente alguna colonia. No recuerdo si a esta altura ya había dejado el vicio de la Paco. El paco vino después, mucho después.

Alienado me pegué un flor de baño, me vestí como un adulto y me perfumé. Me pasó a buscar Cristian y para cumplir con la promesa compramos un Jockey suaves de 10 en el kiosco de la equina.

Caminando me di cuenta que en realidad no estaba vestido de adulto, sino de pelotudo a la máxima potencia. Pero en ese momento no importaba. Sólo importaba llegar a la Matinee y ver cómo era "La Noche"

- "Che en la entrada decía que era a las 16 hs... Que raro ¿no?"

No había gente. Ni en la cola ni en la propia manzana del boliche. Sólo algunas abuelas comprando facturas para el mate del sábado por la tarde.
Esperamos una hora. Dos horas. Esperamos hasta las 19 hs.

- "¿Por que no llamamos desde un teléfono público a tu vieja? Que nos venga a buscar ella. Tu vieja es copada. Si viene mi viejo va a haber bardo. Porque viste que mi viejo es medio quilombero"
- "Bueno, pero me quedo a dormir en tu casa"

Aproximadamente a las 20 hs entramos al boliche.
Sonaba Enigma y no había nadie. Hacía frío y éramos dos idiotas en el medio de una pista. Solos. Mirábamos alrededor y todo era enorme. Nos quedaba grande el boliche, los parlantes, las barras y la noche.

Al rato empezó a caer gente. ¿Pero dónde estaban los niños de la Matinee? Porque la gente que entraba era grande. Muy grande para nosotros.
Yo me sentía terriblemente observado. Ni siquiera movíamos los pies al ritmo de la música. Estábamos petrificados.

Finalmente vimos que comenzaban a llegar algunas chicas. Más grande que nosotros, claro.
Nos fumamos los 10 cigarrillos. 5 y 5. Siempre pidiendo fuego a alguna señorita 3 o 4 años mayor. Con la vieja excusa de "¿Tenés fuego?".
Algunas nos dijeron que si y otras que no, pero nunca NUNCA ninguno de los dos tuvo el coraje de entablar alguna conversación.

- "¡Ah chavón! Esto no es así. Mirá, vos mirá como ahora gano."

Y sin dudarlo quité mi Paddle Watch con malla de goma de mi muñeca y le pregunté a la niña más linda del boliche si tenía hora. Me dijo que si, que eran las 23.30.

-"¡23.30 boludo! ¡Viene tu vieja!”

Nos fuimos sin bailar y sin mina. Afuera estaba la noche. Y un 128 esperándonos para llevarnos de regreso a mi hogar.

La creación del Reggaeton

Creación o nacimiento.
El lector elegirá su propia opción. Pero la mantendrá viva hasta el final.

Corría el año 1991 y -estúpido mediante- creía que me iba a llevar la noche por delante.
Hacía unas dos semanas que frecuentaba la peatonal de Quilmes buscando tarjetas para entrar a los boliches.
A boliches, bah. A la Matinee. Gloriosa Matinee.
Las monocromáticas tarjetas decían "Entrada 16 hs".
Iluso, me la creí.
Fue corriendo, excitadísimo, a contarle a mi vieja que quería ir a bailar.

- "¡A bailar, enfermo! ¿Vos estás loco?"

Pero esos eran los gritos de mi viejo. Mi vieja sólo miraba, escuchaba y trataba de no opinar.

- "En mi época salíamos a bailar cuando cumplíamos los 16 años. Pero íbamos a los asaltos. Las chicas llevaban la comida y los chicos la bebida. Gaseosas. Ni se te ocurra pensar que tomábamos cerveza. ¡Qué esperanza! ¿Vos no pensarás tomar cerveza?"

Mi viejo seguía hinchándome las pelotas, tratando de convencerme de que el diablo estaba queriéndome llevar por mal camino.
Porque sabía muy bien que a los 13 años quería tomar cerveza. Y revolcarme, claro. Asqueroso.

- "¿Y vos cómo pensás volver?" (No existían los remises y si existían eran excesivamente caros).
- "Yo te voy a ir a buscar ¿Entendiste? No más de las 12 ¿Ok?"

Con mi cara de inocente como perro que se lo están culiando parecía que estaba, de a poco, convenciéndolo.

Él había olvidado que yo en el '89 había asistido a mi primer asalto. Éste no era a mano armada. Era como él lo describía. Los nenes con los nenes y las nenas con las nenas. Papitas, palitos y gaseosas. Jugábamos a la botellita y al verdad consecuencia.
Y cuando tocaba darle un "pico" a una chica... ¡¡¡FUAAAA!!! ¡Que roja se ponía la cara de los pseudo-enamorados-rebeldes de no más de 11/12 años!

Finalmente los convencí.
A mi vieja no, pobre madre. Ella no decía demasiado pero su cara no estaba muy conforme que el nene conociera la noche.
La noche que iba desde las 16 hs hasta las 23.30 hs aprox.
En el boliche sonaba "Enigma".
Y esa noche hubo Reggaeton.

martes, 23 de junio de 2009

Introducción

Año 2009.
Reggaeton, Reggaetón o Reguetón.
Perreo, culeo o sandungueo.
¿Qué tiene de malo todo esto? Nada.
Todo el mundo esconde su Reggaeton y lo tilda de malo, porquería, vacío.
La gente escucha Floyd.
Yo escucho Floyd.
Y te puedo decir una cosa.
Todos desean el viernes de Reggaeton.
¿Por qué? Simplemente porque uno libera las tensiones, se desinhibe y se divierte.
¿Entonces que hacemos? ¿Eliminamos el Reggaeton de nuestras vidas?
No, ¿para qué?
Sigamos adelante. La gente no debe esconder el Reggaeton.

Puedo hablar de muchos estilos de música.
Tuve mis origenes en el punk, pasé por el hardcore y luego el thrash, heavy, rock, grincore, grunge y más adelante vino el ambient, chill out, jazz y hasta algo de electrónica. Muchos instrumentos. Solistas y hasta algo de clásica.
Siempre fueron apareciendo Paul, John, George y Ringo para regalarme un poco de calma y esas colores maravillosos acompañados de buenas melodías.

¿A dónde remonta todo esto?
Al año 1993. Después de Cristo.

- Pero entonces... ¿Me estás diciendo que en el año '93 ya existía el Reggaeton?
- Claro que si.

En realidad dicen los que saben, que el Reggaeton nace a fines de los 90.

¿Pero por qué?
Porque el Reggaeton no existía pero yo lo estaba llamando y él me estaba llamando a mi.
Estaba escrito que esto iba a suceder.
Lo estábamos creando.

Lo creamos un día, pero a fines del 91.
Muy estúpido, por cierto.